domingo, 24 de febrero de 2008

DESCIENDO HASTA TUS DIOSAS

En la oscuridad a través de un silencio que traslada a mis columnas todos los caprichos de un interior siempre oscilando,
vela detenida
en el tiempo,
y sin embargo se mueve,
la sabíduría
de Atenea, nacida de la cabeza de Zeús,
yo hube
vivido cien siglos en la cabeza de un demente, para descubrir que el espíritu no se pierde,
sólo
te lo roban,
así vI como hicieras emerger de la tierra un olivo
y ante tí el pueblo ateniense frente a la furia de Poseidón. Protectora de las vírgenes, quien cuida de la sabiduría
y la agricultura y las
armas,
ya te dejo en la esquina de cualquier reborde
mi armadura.
Gladiador frente a esta inconsecuencia
circo espectáculo de un mundo que deriva en islas asentadas,
no necesito el aplauso,
tampoco ir lastrado,
y este fuego que toda tu mitología me hereda
me deja sólo con la palabra.
Suficiente para
el artefacto incendiario que necesitan mis conductos. Y en ti también hallé a Astarté, reina del cielo, quien representa a la luna.
Figuré el momento exacto
de su redondez,
buscando un sendero, a través de una
vía,
de la simple huella que dejó el último dedo
sobre la espalda de lluvia de una sombra fugitiva. Y Wang Mu Niang, quien preside los banquetes de los inmortales,
y Eguzki, la personificación femenina del sol...
Desciendo hacia tus diosas
y me deshago
de materia,
todo me sobra y todo me envuelve,
lo caótico me resulta tan natural,
lo sospechoso ya no tiene relevancia,
la distancia se mide en palmos,
mil kilómetros suman un dedo.
La incertidumbre y todo aquello que dijeron locura
ha cobrado un sentido.
Volar más alto de lo programado.


Texto e imágenes: Adolfo Marchena

domingo, 30 de diciembre de 2007

AJENO A TODO



La mujer del vestido rojo se acercó a la barra. Todos los hombres del bar tenían los ojos rojos. Bebían de sus ojos rojos. De sus pollas rojas encendidas. La mujer disimulaba los defectos de los hombres sonriendo. En el fondo se apiadaba de ellos. Podía elegir. Seducirlos, secuestrarlos, ahogarlos en una charca en la trasera. Y los hombres sonreían pensando que la mujer –que iban a pensar- les había caído en gracia. Se elevaron los pantalones al tiempo, en un demostrar que la inteligencia se hallaba oculta bajo un calzoncillo algo amarillento. Y la mujer se cruzó de piernas, porque ninguno de los hombres contempló aquella escena en ninguna película. ¿No recordáis a Rita?, les hubiese susurrado al oído. Sobraba ya el humo y era hora de marcharse. De un trago el whisky y una llamada telefónica. Los hombres se miraron, compungidos, asustados, la presa detrás del escaparate. Todo se detuvo como sombra de un fósil. La batalla duró apenas los minutos de un sepelio. Entró una mujer, vestía de rojo. Más rojo para los hombres. Sonríeron. Las mujeres se besaron en la boca. Dos whiskys. Después de un buen beso con calambres y sudores. Los hombres volvieron a sus vasos, los ojos blancos, el rojo quedó en los vestidos. Los pantalones más bajos que el barro. El camarero limpiaba los vasos, ajeno a todo.






Texto: Adolfo Marchena
Imagenes: Brassaï


jueves, 13 de diciembre de 2007

SEGUNDO ADVENIMIENTO



Me dicen que apenas queda sitio

para procrear mi estirpe.

Que en el próximo oscurecer

llegará el más lúgubre de los silencios.

Y entonces me rebelo y tomo armas

de mi cuerpo y arrojo mi semilla

y contradigo las leyes

que asesinan mi libertad.

Y hago de mi estancia una hoguera

tan inmensa como el infierno

y me acostumbro al calor

de sus llamas que derriten.

Salgo descalzo, abrasado,

ennegrecido, mutilado,

con el único fin de regresar

a mi ciudad.



tEXTO e iMAGEN: aDOLFO mARCHENA

domingo, 2 de diciembre de 2007

TRANSMIGRACIÓN


Eres
materia macroscópica
que un tren arrolló la víspera,
y hoy es vista desayunando aceitunas
en virtud de algún milagro cuántico.
O ese combativo haz heterogéneo
o fenómeno ondulatorio electromagnético
que inexplicablemente sisea mientras dispersa
las centelleantes partículas
de tu manifestación física,
que atónita maneja rotuladores y fuma
a ciento veinte kilómetros de distancia.




Imagen: Adolfo Marchena
Texto: Soledad Tuebis

sábado, 24 de noviembre de 2007

LA MUÑECA NANCY


En la pretensión de perderme
en ti y que el hilo de Ariadna
me llene me sacie de ti en toda
la extensión de un continente
sumergido hacia ese vendaval
de todas tus ilusiones he encontrado
el mármol que sostiene las columnas
de mi memoria.
Y a través de los miles de espejos
que forjan el interior de la vetusta
roca anclaje carne piel heridas
cicatrices todo el continente
de tu cuerpo he descubierto
que antes que ir tenía que volver
de esa manera regresar como una Itaca
a tu palabra a esa canción que escuchas.
Dejar que quitaras a Tete Monteliu
y su solo de piano para enroscarte
en mi pierna con tu música insomne.
Y ya en el sofá fumando un cigarrillo
te conté mi última idea y sonreíste
se me hizo el mundo tan callado
que la muerte parecía un juguete destrozado.
Te dije que se me apetecía ponerme
un vestido negro, muy corto,
y zapatos rojos y medias negras
plantarme en un escaparate
con un cartel: nancy pantera.
Y una niña entraba y me compraba
y en su cuarto me sentaba junto a su
colección inmensa de nancys.
Su madre ya en casa al verme le preguntaba;
está bien, está bien, le decía,
pero bañarla, la baño yo, es demasiado
grande para ti, es una nancy muy grande,
yo, yo la baño.
Y entonces, pensé en Darwin.
Tú no parabas de reír. Darwin, repetías.
Y la isla de las especies.


Texto e imagen: Adolfo Marchena

domingo, 18 de noviembre de 2007

LA PORTADORA

Sobre el viejo merendero
construyeron una casa de oración.
Allí sólo conseguí entrever cierta vez
una mujer en hábito
trepando a un árbol.
El silencio era de una rotundidad sísmica,
no se habría oído
ni un silbido del pulmón de mi abuelo,
acaso apenas el traqueteo del perro a mi lado,
y en general,
se trataba de un territorio
donde el letargo del orden
se había instalado sin remedio,
la narcosis de las papeleras, los bancos
los accesorios diseñados
para el bienestar humano.
Tan diferente a aquel otro lugar
donde en cierta ocasión
bebí cerveza
y mastiqué las costillas del sol
mientras los árboles se burlaban
y percibía
su indulgencia
hacia mis rudezas de recién llegada,
y a la vez me sentía
virginalmente eufórica
sumisamente abrumada
por los zumbidos, los gruñidos,los cloqueos
de aquella nación pagana jocosa y retadora
y las embestidas de sus emisarios
chupadores, mordedores, inoculadores.
De manera que hoy,
cuando despierto caminando
en el jardín de la casa de oración,
todos los cuellos humanos crujen
y los perros domésticos huyen
al paso de este voluminoso vientre
y sus carcajadas de parto,
porque llevo dentro tu semilla, hermano
y el alumbramiento, lo huelo,
se halla cerca,
buscaré un agujero afable
y en un minuto
habrá placenta
y avalancha de osos riendo.


Imágenes: Adolfo Marchena
Texto: Soledad Tuebis


sábado, 10 de noviembre de 2007

LA SOLEDAD DE LA ESPECIE


Me guía Virgilio como a
Dante
por el infierno,
y no veo llamas,
ni los rostros me asustan,
ni me seducen los pecados,
pues yo lo he comprobado
en un simple por qué,
lo mismo que Dante,
la soledad de la especie.


Texto e imagen: Adolfo Marchena